la interledger: evan schwartz y el darwinismo digital
No es ningún secreto que David Schwartz, CTO de Ripple, ha sido una de las figuras clave en el diseño de la arquitectura detrás del XRP Ledger, junto a otros ingenieros brillantes. Sin embargo, resulta particularmente interesante destacar que en 2015, Evan I. Schwartz y Stefan Thomas, mientras trabajaban en Ripple Labs, publicaron el influyente whitepaper “A Protocol for Interledger Payments”, que sentó las bases del Interledger Protocol (ILP), un sistema de interoperabilidad financiera inspirado en la estructura del TCP/IP.
Surge una pregunta inevitable: ¿Evan Schwartz y David Schwartz tienen algún parentesco? Hasta la fecha, no existe confirmación alguna sobre una relación familiar entre ambos, pero la coincidencia no deja de ser llamativa, especialmente considerando sus trayectorias dentro del mismo entorno tecnológico y temporal.
Lo que muchos desconocen es que Evan I. Schwartz no es un recién llegado al ámbito de la innovación digital. Su carrera se remonta a finales de los años 90 y principios de los 2000, una etapa crítica que podríamos denominar la era post-cypherpunk, justo después del auge de propuestas como e-gold (1996), bit gold (1998), y de documentos internos de la NSA que abordaban conceptos de dinero electrónico cifrado.
Schwartz publicó en 1997 el libro “Webonomics: Nine Essential Principles for Growing Your Business on the Web”, traducido al italiano en 2001. En 1999 lanzó la serie de libros “Digital Darwinism”, cuya edición en español apareció en 2001 bajo el título “Darwinismo Digital: Estrategias ganadoras para sobrevivir en la asesina economía de la Web”. También escribió “La empresa en marcha en la World Wide Web” en 1997 (en español), explorando la transformación radical de la producción, distribución y consumo en el nuevo medio digital. En 2002 publicó “The Last Lone Inventor: A Tale of Genius, Deceit, and the Birth of Television”, y más tarde “Finding Oz: How L. Frank Baum Discovered the Great American Story”, revelando su profundo interés por las narrativas tecnológicas y culturales que moldean la era moderna.
Todo esto nos sitúa en una época de transición: el surgimiento de la economía digital como campo de batalla simbólico, justo antes de que David Schwartz colaborara con la NSA en 2008, desarrollando algoritmos de seguridad, lo que añade un matiz intrigante al mapa de conexiones entre criptografía, redes distribuidas y gobernanza financiera. ¿Qué puede revelar este entramado de trayectorias cruzadas, nombres coincidentes, y publicaciones clave en momentos precisos? Para entenderlo, es necesario sumergirse en la historia oculta y estratégica de la Interledger Foundation.
Para comprender la verdadera magnitud del proyecto Interledger, debemos retroceder a octubre de 2015, cuando Stefan Thomas y Evan I. Schwartz, aún trabajando en Ripple Labs, publicaron el histórico documento técnico titulado “A Protocol for Interledger Payments”. En él se delineaba un protocolo de comunicación capaz de actuar como un traductor universal entre redes financieras heterogéneas, permitiendo la interoperabilidad de pagos de forma tan transparente como lo hace Internet al transmitir datos a través de distintas redes. La inspiración era clara: Interledger sería al dinero lo que TCP/IP fue a la información.
Ese mismo año, el World Wide Web Consortium (W3C) acogió oficialmente el Interledger Payments Community Group, integrado por actores tan diversos como Ripple Labs, American Express, el Banco de la Reserva Federal de Minneapolis y la Asociación Nacional de Tiendas de Conveniencia. El objetivo: resolver de una vez por todas la fragmentación de los métodos de pago digitales, que había impedido la implementación fluida del código HTTP 402 ("Payment Required") reservado desde 1997 pero nunca adoptado masivamente.
El 6 de julio de 2016, se realizó el primer pago real utilizando Interledger Protocol, conectando dos libros contables completamente distintos: el de Bitcoin en Bitstamp y el de XRP en GateHub. No se trató de un experimento simbólico, sino de un acontecimiento técnico y filosófico: por primera vez, dos sistemas contables radicalmente distintos intercambiaban valor sin necesidad de una infraestructura centralizada o intermediarios tradicionales.
En julio de 2017, el Banco de Inglaterra ejecutó una prueba de sincronización de pagos utilizando Interledger, integrando su sistema central de Liquidación Bruta en Tiempo Real (LBTR) con el de otro banco central. El resultado fue revelador: el tiempo de liquidación de pagos transfronterizos que normalmente tomaba hasta cuatro días, se redujo a cuestión de segundos, sin necesidad de utilizar redes cripto. Este fue un mensaje claro para los arquitectos del sistema financiero tradicional: los protocolos abiertos no eran una amenaza, sino una solución.
Ese mismo año, la Fundación Bill y Melinda Gates lanzó el proyecto Mojaloop, un software de código abierto enfocado en la inclusión financiera en países en desarrollo, que integró Interledger como su columna vertebral para garantizar interoperabilidad total entre proveedores de servicios financieros y plataformas de pago.
En 2019, la evolución natural de este ecosistema llevó a la fundación formal de la Interledger Foundation por parte de Coil Technologies Inc. y Ripple Labs, marcando un nuevo punto de partida: la creación de un espacio independiente para fomentar el desarrollo continuo del protocolo. Ese mismo año se celebró la primera Interledger Summit en San Francisco, mientras surgía también Grant for the Web, un fondo de 100 millones de dólares lanzado por Coil, Creative Commons y la Fundación Mozilla, destinado a financiar proyectos, contenidos y tecnologías alineadas con el uso de Interledger.
En 2020, Briana Marbury asumió como Directora Ejecutiva inaugural de la Fundación. Bajo su liderazgo, se consolidó el impulso al estándar emergente de Web Monetization, una propuesta para que los sitios web reciban micropagos en tiempo real desde navegadores conectados a billeteras digitales, sin depender de modelos de anuncios invasivos ni de plataformas intermediarias. La clave de este nuevo paradigma estaba en la adopción del estándar Open Payments API, que permite a los proveedores realizar pagos globales en múltiples monedas utilizando Interledger como infraestructura subyacente.
Durante 2021 y 2022, la Fundación se enfocó en consolidar esta arquitectura bajo el paraguas del Grupo de Incubación de Plataformas Web del W3C, mientras simultáneamente apoyaba proyectos reales en terreno. En 2023, la visión se volvió aún más ambiciosa: facilitar la inclusión financiera en el Sur Global, permitiendo que poblaciones con acceso limitado a servicios bancarios pudieran integrarse al flujo global de pagos en tiempo real.
Ejemplos clave de esta expansión fueron su alianza con la Cámara de Compensación Popular en México y su convenio con la Cámara de Compensación y Pagos de Jordania (JoPACC) en noviembre de 2023, cuyo objetivo era reducir drásticamente el costo de las transacciones transfronterizas para poblaciones vulnerables.
Normas Técnicas Desarrolladas y Respaldadas por la Fundación:
Interledger Protocol (ILP): el núcleo de toda la arquitectura, diseñado para que las redes financieras se vuelvan interoperables sin renunciar a su autonomía ni a sus modelos internos.
Open Payments API: un estándar que define cómo los proveedores pueden implementar pagos interoperables de forma unificada, sencilla y segura.
Web Monetization: una API para dar propinas y realizar micropagos a creadores digitales, como alternativa ética y directa frente a modelos de monetización invasivos basados en anuncios o explotación de datos.
Software de Código Abierto Promovido:
Rafiki: implementación de referencia de la Open Payments API, que permite a los proveedores de servicios de pago integrarse fácilmente a la red Interledger.
Rafiki Testnet: un entorno completo para pruebas de solicitudes API, simulación de flujos de pago y desarrollo de nuevas integraciones.
Extensión de navegador para Web Monetization: implementación de referencia que activa la monetización automática de sitios web, habilitando pagos en tiempo real desde navegadores compatibles.
Este ecosistema no solo es técnico: es también humano y estratégico. A partir de abril de 2021, la Fundación Interledger quedó estructurada bajo una junta directiva compuesta por seis miembros clave que representan el cruce entre innovación financiera, inclusión global y desarrollo tecnológico:
Maha Bahou – Directora de la Compañía Jordana de Pagos y Compensación (JoPACC), institución clave en la transformación del sistema financiero en Medio Oriente.
Chris Larsen – Cofundador de Ripple, uno de los pioneros de la tokenización de liquidez institucional.
Briana Marbury – Presidenta y directora ejecutiva de la Fundación Interledger, encargada de coordinar las alianzas globales y la visión inclusiva del proyecto.
Kosta Peric – Miembro de la Fundación Bill y Melinda Gates, impulsor de Mojaloop y defensor del acceso financiero universal.
Evan I. Schwartz – Cocreador del protocolo, autor visionario y estratega de interoperabilidad digital.
Interledger representa una capa ausente en la Internet original: la capacidad de mover valor como se mueve la información. Su objetivo no es competir con los sistemas actuales, sino interconectarlos para lograr un ecosistema financiero resiliente, ético e inclusivo.
La visión es clara:
Gig workers y creadores pueden recibir pagos sin depender de plataformas.
Pequeños negocios y comerciantes pueden integrarse globalmente sin fricciones.
Remesas pueden fluir entre países de forma directa y sin tarifas abusivas.
Startups y comunidades locales pueden crear sin ser bloqueadas por redes propietarias.
“El Internet no nació solo para conectar: nació para empoderar. Interledger actualiza esa promesa.”
Así como la primera era de Internet conectó a las personas, y la segunda conectó a los dispositivos, la tercera conecta los sistemas financieros del planeta. Esta es la era de la Internet del Valor, y Interledger es su capa fundacional.
Inspirado en los mismos principios que forjaron el Internet: apertura, interoperabilidad y universalidad, el Protocolo Interledger (ILP) permite que bancos, sistemas de dinero móvil, plataformas fintech y redes financieras dispares interactúen entre sí sin importar la tecnología o moneda subyacente. En vez de perpetuar silos, Interledger los disuelve con código abierto.
La clave está en su arquitectura: Interledger fragmenta los pagos en pequeños paquetes, igual que Internet divide los datos. Estos paquetes se enrutan a través de una red de "conectores", nodos que traducen, liquidan y transmiten el valor hasta llegar al destinatario. Esta lógica modular permite realizar pagos entre diferentes libros contables y sistemas, sin necesidad de confianza mutua ni de intermediarios centralizados.
reorganización silenciosa: control sin diseño
Lejos de desintegrarse, el sistema tradicional se está reorganizando con violencia pero a través de sus propios canales institucionales. No veremos un colapso dramático, sino una metamorfosis controlada. Los mismos poderes fácticos de siempre ejecutan la transición aprovechando sus palancas en múltiples ámbitos:
Regulación asfixiante pero gradual: En vez de prohibir completamente las nuevas tecnologías (lo cual sofocaría la innovación útil), se opta por encuadrarlas en leyes y normas que las hagan inofensivas. Las redes descentralizadas son empujadas a “madurar” dentro de marcos regulatorios internacionales previamente diseñados. Por ejemplo, el FSB y la IOSCO emiten pautas de cómo los criptoactivos deben ser supervisados; las autoridades monetarias coordinan requerimientos de capital para exposición bancaria a criptos, etc. De este modo, cualquier proyecto disruptivo sabe que tendrá que rendir cuentas a múltiples reguladores si quiere prosperar. La amenaza implícita de acciones legales pende sobre las iniciativas que no cooperen, guiando su comportamiento sin necesidad de llegar a la fuerza bruta.
Cooptación de talento y narrativa: Las instituciones establecidas absorben personas clave del movimiento cripto y las ponen a trabajar para ellas o bajo sus objetivos. Hemos visto fundadores de startups blockchain fichados por bancos o consultoras tradicionales, desarrolladores de código abierto siendo contratados como asesores de bancos centrales, e incluso líderes de opinión cripto colaborando con gobiernos en proyectos oficiales. Esta cooptación sirve para dos fines: por un lado, priva al movimiento descentralizado de algunos de sus impulsores más capaces; por otro, integra ese know-how en las estrategias del viejo sistema. Paralelamente, empresas de Silicon Valley y Wall Street invierten en medios de comunicación, espacios académicos y foros de debate tecnológico, asegurándose de influir en la narrativa. Financiando investigaciones, conferencias y cátedras sobre blockchain “responsable” o “Blockchain 2.0” alineado con cumplimiento regulatorio, moldean qué ideas reciben altavoz. Así, las únicas visiones de futuro que logran legitimidad son las compatibles con los intereses del establishment.
Infiltración de foros de innovación: Los espacios originalmente alternativos donde nacían las ideas más radicales (hackathons, foros de desarrolladores, comunidades open source) han sido en muchos casos infiltrados o patrocinados por corporaciones e instituciones. Grandes empresas y gobiernos aparecen como patrocinadores de conferencias cripto, integran comités en organismos de estandarización tecnológica (ISO, W3C, IEEE) e impulsan sus propias iniciativas de innovación “abierta” que en realidad dirigen la conversación hacia soluciones convenientes para ellos. Incluso alianzas como Enterprise Ethereum Alliance o Hyperledger, que reúnen a startups con corporativos, terminan canalizando la energía innovadora hacia aplicaciones aptas para el consumo corporativo. Lo que se presenta como colaboración “ecosistémica” es también una manera de monitorizar y guiar las tendencias emergentes desde etapas tempranas.
Dominio de marcos globales: Instituciones como el BPI, el FMI, el Banco Mundial o la propia OCDE siguen siendo quienes definen las reglas del juego global. Están redactando principios para las CBDCs, esquemas de impuestos para activos digitales, estándares contables para cripto, etc., asegurando que cualquier país que adopte la innovación lo haga bajo condiciones homogéneas favorables al sistema existente. Un país que intente desmarcarse demasiado (por ejemplo, adoptando Bitcoin como moneda legal sin controles suficientes) enfrenta presiones coordinadas: advertencias de organismos internacionales, aislamiento del sistema financiero global, o campañas de descrédito. Así se garantiza que la transición a la era digital no produzca “brechas” de arbitraje donde florezca un contra-sistema no autorizado.
En suma, los actores intermedios –bancos comerciales, Big Tech, medios masivos, academias y consultoras– actúan como agentes de transición que instalan el nuevo consenso sin necesidad de pasar por un disenso social amplio. Son el engranaje fino que permite hacer cambios drásticos por debajo del radar de la mayoría. Implementan nuevas tecnologías de forma amigable (por ejemplo, apps de pago digitales promovidas por bancos), normalizan nuevas ideas (como la eliminación del efectivo físico) y gestionan la aceptación pública. Gracias a ello, el ajuste estructural sucede sin convulsiones: el usuario promedio adoptará una billetera digital de banco central porque viene de su banco de confianza; las empresas usarán cadenas de bloques permisionadas porque cumplen las leyes y reducen costos; las personas creerán que se moderniza el dinero sin notar que la arquitectura de poder subyacente se mantiene o se refuerza. De esta forma, el bloque centralizado logra lo impensable: evolucionar sin perder sus privilegios, controlar la revolución para que nada esencial cambie. Controlan no solo los sistemas legales y financieros, sino también los símbolos, narrativas y plataformas donde se construye la percepción de la realidad económica. La batalla ya ni siquiera se libra por el dinero físico o por quién emite la moneda de reserva; se libra por el significado profundo de qué es el “dinero” y quién tiene autoridad sobre él. En última instancia, el dinero no es un trozo de papel ni un número en una pantalla, sino una arquitectura de poder, confianza, deuda y control. Esa arquitectura está respaldada por fuerzas militares, por el dominio de los datos y la información, por algoritmos predictivos que modelan comportamientos, y por mecanismos de ingeniería social que dan forma a nuestras preferencias. Comprender esto es empezar a ver al Leviatán contemporáneo no como un ente visible (un rey, un banco central únicamente), sino como el sistema operativo invisible que organiza el mundo. Un sistema operativo en el que todos estamos inmersos y cuyos parámetros definen lo posible y lo imposible en la economía y la sociedad.
la guerra invisible del dinero digital
En este contexto, la guerra ya no se libra en campos de batalla físicos, sino en un entorno de algoritmos, códigos, servidores y licencias. El objetivo del bloque centralizado no es erradicar a su contraparte descentralizada (lo cual sería costoso e innecesario), sino asimilarla, moldearla y neutralizarla –absorber su valor añadido eliminando su filo subversivo. Se trata, en definitiva, de preservar su antigua red de privilegios en un nuevo empaque tecnológico. Un ejemplo contundente de esta ofensiva fue la defenestración del proyecto Libra/Diem de Facebook, quizás el desafío más serio que enfrentaron los bancos centrales en décadas desde el sector privado. Libra, anunciado en 2019, prometía una moneda digital global apoyada por una canasta de activos, integrada en las redes sociales de Facebook (WhatsApp, Messenger, Instagram) que alcanzan a miles de millones de usuarios. En teoría, un usuario en cualquier rincón podría enviar Libra como envía un mensaje, al margen de bancos centrales y fronteras. Esto encendió todas las alarmas. Libra representaba una amenaza concreta al poder monetario soberano: si una corporación multinacional podía emitir dinero para uso masivo, ¿qué quedaría del monopolio estatal de la emisión? Los guardianes del sistema reaccionaron con rapidez y firmeza. Washington, en particular, boicoteó el proyecto desde sus inicios. La presidenta del Comité de Servicios Financieros de la Cámara de Representantes, Maxine Waters, exigió públicamente que Facebook detuviera el desarrollo de Libra hasta realizar evaluaciones exhaustivas de sus riesgos. En junio de 2019 declaró que la compañía debía poner en moratoria la criptomoneda propuesta, alegando que Facebook tenía un historial problemático en proteger datos y no se le podía permitir extender su alcance al sector financiero sin supervisión. Paralelamente, en el Senado, el presidente del Comité Bancario Sherrod Brown lanzó duras advertencias: “Facebook ya es demasiado grande y poderoso… No podemos permitirle operar una nueva criptomoneda riesgosa desde una cuenta bancaria suiza sin supervisión”. Brown, junto a otros senadores, envió cartas directas a las empresas asociadas a Libra (Visa, Mastercard, Stripe, etc.) insinuando que si seguían adelante, enfrentarían escrutinio regulatorio no solo sobre Libra sino sobre todas sus actividades de pago. El mensaje velado: participar en Libra podría acarrear repercusiones para sus negocios principales, dada la “alta vigilancia” que Washington aplicaría. Bajo esta enorme presión política y regulatoria, el proyecto Libra comenzó a resquebrajarse. Varias de las empresas fundadoras de la Libra Association se retiraron en masa antes de la primera reunión formal: en octubre de 2019, gigantes de pagos como Visa, Mastercard, Stripe, eBay y Mercado Pago anunciaron su salida. PayPal ya lo había hecho días antes. Ninguna dio razones explícitas más allá de vaguedades, pero todo el mundo entendió la causa: el miedo a las represalias regulatorias había triunfado. A esas alturas, Libra era un paria: líderes internacionales como el presidente francés y el ministro de finanzas alemán declararon que no permitirían Libra en Europa, y hasta el propio presidente de la Fed, Jerome Powell, había expresado serias dudas. La iniciativa se intentó “rebautizar” como Diem en un esfuerzo de lavado de cara, cambiando algunos parámetros para aplacar a las autoridades (por ejemplo, de una cesta de divisas pasaron a considerar stablecoins individuales por moneda). Pero el daño estaba hecho. Facebook (ahora Meta) finalmente claudicó: en 2022 abandonó oficialmente el proyecto vendiendo los activos tecnológicos de Diem, y redirigió su enfoque estratégico hacia otros terrenos más seguros como la identidad digital y el metaverso, áreas donde podía innovar sin chocar de frente con los bancos centrales. Esta retirada fue vista como un acto de subordinación al orden establecido, un reconocimiento de que ninguna Big Tech por sí sola desafiará la primacía de los emisores soberanos de dinero. Detrás de las vehementes críticas a Libra se escondían temores legítimos de las autoridades. Un análisis del propio Banco de Canadá sintetizó el problema: la amplia adopción de una moneda digital privada denominada en una unidad propia (como Libra) podía socavar la soberanía monetaria nacional, al punto que la moneda de Facebook se convirtiera en unidad de cuenta de la economía y relegara la política monetaria local a la irrelevancia. En palabras simples, si la gente cotizaba precios y salarios en Libras en lugar de en dólares, pesos o euros, los bancos centrales perderían su herramienta clave (control de tasas de interés sobre su moneda) para influir en la economía. Además, Libra prometía una red global alternativa de pagos fuera del control de la banca tradicional, lo cual amenazaba con transferir el poder financiero desde las instituciones públicas hacia un consorcio corporativo autogestionado por Facebook y sus socios. Esa perspectiva resultaba inaceptable para los gobiernos: implicaba permitir que una empresa tech concentrara una influencia económica mayor que muchos países. No es de extrañar que, ante la presión de reguladores en múltiples continentes, empresas como Visa y Mastercard decidieran que era “poco prudente” seguir adelante con Libra. Como señaló el senador Brown al celebrar la deserción de estas firmas: “las compañías de pagos hacen bien en no legitimar la moneda privada global de Facebook… Confío en que otras vean la sabiduría de evitar este proyecto mal concebido”. La lección de la saga de Libra/Diem quedó clara para todos los actores del sistema: ninguna innovación financiera, por ambiciosa que sea, prosperará si desafía abiertamente el entramado de poder político-regulador vigente. La arquitectura del nuevo orden monetario se está definiendo en la frontera entre la tecnología, la regulación y el poder político. Libra logró lo inesperado: unió a demócratas y republicanos, a banqueros centrales de distintos países, todos con el objetivo común de frenar a tiempo una posible “moneda apátrida” que escapara de sus manos. Sirvió como alerta temprana –un “Sputnik moment” financiero– que catalizó la respuesta de los bancos centrales. Estos redoblaron sus esfuerzos en desarrollar CBDCs nacionales y en fortalecer los pagos instantáneos domésticos, precisamente para no quedarse atrás frente a futuras iniciativas privadas similares. En otras palabras, la insurgencia de Libra apuró la contraofensiva: las autoridades entendieron que debían ofrecer ellas mismas la innovación (pagos digitales fáciles, eficientes y seguros) para quitar atractivo a soluciones externas. En última instancia, la caída de Libra puso de manifiesto que el timón del sistema financiero global no se cederá sin lucha. Cualquier actor que intente redibujar el mapa del dinero a espaldas de los reguladores se enfrentará a toda la fuerza conjunta de estados y bancos. La guerra invisible por el futuro del dinero se resolverá mediante una síntesis: las nuevas tecnologías serán incorporadas, sí, pero bajo las condiciones de quienes detentan el poder. El próximo paradigma financiero no surgirá de la noche a la mañana por la mera superioridad tecnológica de una idea, sino de un pacto (explícito o implícito) entre innovadores y reguladores. Los primeros aportan las herramientas, los segundos establecen los límites y garantías. Solo así se permitirá avanzar.
Emergencia de las CBDCs y el Rol Inevitable de un Puente de liquidez Global
A medida que los bancos centrales experimentan con monedas digitales de banco central (CBDCs), ha quedado en evidencia un problema estructural de fondo: cada CBDC está diseñada como una extensión digital cerrada del sistema financiero nacional que la emite, con sus propias regulaciones, jurisdicción legal y redes bancarias locales. Esto significa que, por diseño, no pueden “hablar” directamente entre sí sin intermediarios. En la práctica, las CBDCs actuales funcionan en silos tecnológicos y legales separados, replicando las barreras que históricamente han entorpecido los pagos internacionales
Aun con promesas de pagos más eficientes, trazabilidad y programación monetaria, ninguna CBDC existente tiene la capacidad nativa de interoperar en tiempo real con otra CBDC extranjera sin recurrir a mecanismos tradicionales tipo SWIFT. En la situación actual, para mover valor de una CBDC de un país a otra CBDC de otro país habría que pasar por los mismos cuellos de botella del antiguo sistema: mensajes interbancarios, esperas de 1 a 5 días, conversiones cambiarias costosas, uso de bancos corresponsales, y sin liquidación instantánea. Esto reproduce las demoras y costos que hacen lentos y caros los pagos transfronterizos, tal como ha señalado el BIS (Banco de Pagos Internacionales) al describir los sistemas fragmentados actuales. Bajo estas condiciones, cualquier aspiración de liquidez instantánea a escala global colapsa antes de empezar.
Frente a este bloqueo, surge una necesidad innegociable: implementar una capa intermedia neutral y automática que actúe como puente algorítmico entre CBDCs. En esencia, se requiere un activo o red puente que pueda traducir diferentes “lenguajes financieros” y liquidar valor de forma neutra, rápida y verificable públicamente. La idea es similar a cómo funciona un intérprete en comunicación: las CBDCs nacionales seguirían hablando sus propios protocolos, pero un tercero neutral las interconecta en tiempo real. Solo un puente global de este tipo puede garantizar pagos entre CBDCs sin las fricciones actuales
¿Por qué decimos que la verdadera interoperabilidad entre CBDCs es imposible sin un activo puente? La razón va más allá de lo técnico y es profundamente geopolítica. Cada CBDC refleja las preferencias y políticas de su país: algunas son de uso retail (público general) y otras solo wholesale (interbancarias); unas priorizan la privacidad (ej. el e-CNY chino incorpora cierto anonimato por diseño), mientras otras exigen KYC/AML estricto; algunas operan sobre blockchain públicos (Palau probó emitir una stablecoin nacional en XRP Ledger), y otras corren en bases de datos privadas del banco central. En este contexto, ningún banco central cederá el control directo de su moneda a otra nación, ni aceptará liquidar sus pagos directamente en la CBDC de otro país. Tampoco es viable acordar que todos usen una sola CBDC hegemónica. Se necesita una capa de separación que preserve la autonomía monetaria de cada banco central y a la vez permita la conexión. Un puente neutral, fuera del control de cualquier jurisdicción en particular pero auditable por todas, es la única forma práctica de lograrlo.
Esta visión no es ciencia ficción, ya está ganando consenso. Por ejemplo, el Digital Dollar Project en EE.UU. y la Digital Euro Association en Europa han destacado la importancia de la interoperabilidad a través de terceros neutros. De hecho, la Digital Euro Association anunció en 2022 una alianza con Ripple para trabajar conjuntamente en soluciones de CBDC. Igualmente, el Digital Pound Foundation del Reino Unido cuenta a Ripple como miembro. En la práctica, Ripple ha colaborado con al menos cinco bancos centrales en proyectos piloto de monedas digitales: Palau, Bután, Montenegro, Colombia e incluso una prueba con la Autoridad Monetaria de Hong Kong. Todos estos pilotos exploran cómo una plataforma puente puede conectar las CBDCs con el resto del ecosistema financiero. Esta tendencia también alinea con los objetivos del BIS, cuyo Innovation Hub ha enfatizado la necesidad de “liquidez programable” y cumplimiento automatizado en redes globales de CBDCs.
Se vuelve cada vez más evidente que lograr una red global de CBDCs requerirá forzosamente una capa intermedia neutral. Diversos expertos señalan a RippleNet y su activo XRP como uno de los principales candidatos para ese rol. Importante: este puente no sustituye a las monedas soberanas, sino que las conecta de forma segura, neutral y programable. Si pensamos en las CBDCs como el “nuevo cuerpo” del sistema monetario, redes como RippleNet/XRP se perfilan como su sistema circulatorio, moviendo el valor entre “órganos” financieros de distintos países.
RIPPLE(XRP) COMO PUENTE GLOBAL: CARACTERÍSTICAS TÉCNICAS ÚNICAS
Entre los candidatos a activo puente, Ripple y su criptomoneda XRP destacan por su trayectoria y diseño. XRP no es solo una moneda digital más, sino parte de una arquitectura integral que incluye: RippleNet (la red de pagos institucional), ODL (On-Demand Liquidity) que provee liquidez automatizada, y la XRP Ledger (XRPL) que es la red descentralizada donde “vive” XRP y sobre la cual se pueden registrar transacciones y smart contracts simples. Esta combinación de infraestructura le permite a RippleNet enviar dinero real (no solo mensajes) con liquidación en segundos. A continuación, resumimos las ventajas técnicas de esta plataforma frente a los sistemas tradicionales:
Compatibilidad nativa con ISO 20022: RippleNet fue diseñado desde cero para usar el estándar de mensajería financiera ISO 20022, a diferencia de la banca tradicional que debe migrar sistemas legados. Integrar ISO 20022 en la red SWIFT, por ejemplo, implica actualizar o reemplazar sistemas antiguos (mensajes MT a MX), re-entrenar personal, reescribir reglas de validación y enrutamiento, y pasar por largos procesos de certificación. Se estima que esta migración puede tomar varios años y costar millones por institución.
SWIFT anunció en 2022–2023 el desarrollo de una red experimental de CBDCs interconectadas. Pero, esta red enfrenta limitaciones estructurales importantes: sigue dependiendo de la infraestructura bancaria tradicional, no cuenta con un puente de liquidez nativo y carece de un token funcional que facilite la conversión instantánea entre monedas, como lo hace XRP. En cambio, la solución de Ripple ya habla el “idioma” ISO 20022 de forma nativa y puede conectarse rápidamente a bancos mediante APIs o integradores ya certificados. Más de 300 instituciones financieras han utilizado RippleNet –incluyendo bancos como Santander, SBI, PNC e incluso Bank of America (en pruebas internas)– lo cual demuestra su madurez operativa a nivel global.
Liquidez bajo demanda con XRP: A diferencia de la red SWIFT, que solo transmite mensajes y requiere que los bancos tengan cuentas pre-fondeadas (nostro/vostro) en distintos países, RippleNet ofrece liquidación inmediata usando XRP como puente. Mediante la solución ODL, un banco puede convertir su moneda local a XRP y enviar XRP al receptor, donde se convierte instantáneamente a la moneda destino – todo en segundos y de forma automatizada. Esto elimina la necesidad de cuentas prefinanciadas en el extranjero, liberando capital. Según datos de Ripple, usar XRP de puente reduce costos y tiempos drásticamente: una transacción XRP liquida en 3-5 segundos y con costo de centavos, versus las transferencias SWIFT que tardan días y cobran típicamente $20-$50 dólares en comisiones. Además, al operar sobre una blockchain, cada pago en RippleNet es trazable en tiempo real, a diferencia de SWIFT donde el seguimiento es más limitado y propenso a errores.
Mensajería + liquidación unificadas: RippleNet combina en una sola plataforma la mensajería financiera (instrucciones de pago) y la liquidación del valor, gracias al uso de XRP. En cambio, SWIFT (incluso con su servicio mejorado gpi) sigue siendo básicamente una mensajería donde el dinero real se mueve después por vías tradicionales. Esta diferencia es crítica: con RippleNet, cuando un banco envía un pago, el mensaje y el movimiento de fondos van de la mano y se completan casi al instante. ISO 20022 permite que distintos sistemas “hablen el mismo idioma” de datos, pero por sí solo no mueve el dinero. Ahí es donde entra XRP: actúa como vehículo de valor para que lo que se comunicó en el mensaje ISO efectivamente se liquide. En palabras de un informe, ISO 20022 es como el correo electrónico que lleva las instrucciones, pero hace falta la “entrega del paquete”, y RippleNet cumple esa función de entrega de valor. Esto marca la diferencia entre una interoperabilidad meramente declarativa (solo mensajes) y una interoperabilidad real con liquidación.
Red descentralizada pero con accesos para instituciones: XRP Ledger es público y cualquiera puede validar transacciones, pero Ripple ha implementado funciones y acuerdos para que entidades financieras lo utilicen cumpliendo regulaciones. Por ejemplo, RippleX ha trabajado en módulos de cumplimiento (KYC/AML) que se pueden integrar en los flujos, y Ripple ha forjado alianzas con reguladores y bancos centrales (como vimos, participa en asociaciones del euro, dólar y libra digitales). En la práctica, RippleNet ofrece a los bancos un entorno seguro y auditado, sin renunciar a las ventajas de una red descentralizada subyacente. No es casualidad que el Foro Económico Mundial haya reconocido a Ripple como pionero en pagos transfronterizos.
En conjunto, estas características posicionan a RippleNet y XRP como una solución técnicamente sólida y lista para producción en el desafío de conectar las CBDCs globalmente. Como señaló la empresa en su libro blanco, “un activo puente neutral puede facilitar mercados de liquidez saludables que muevan valor entre CBDCs diversas en tiempo real, incluso entre monedas poco líquidas”. XRP cumple con los requisitos clave: alta velocidad, escalabilidad, costo ínfimo por transacción y seguridad de nivel institucional.
RIPPLE VS SWIFT
Para visualizar las diferencias entre la tecnología de Ripple y la infraestructura tradicional de pagos, a continuación resumimos algunos indicadores comparativos:
Velocidad de liquidación: ~3-5 segundos en RippleNet (XRPL) vs. 1-5 días en la red SWIFT convencional. Esto significa que Ripple liquida prácticamente en tiempo real, mientras SWIFT (aunque ha mejorado con GPI) suele efectuar los abonos al menos mismo día o al día siguiente en el mejor caso, y varios días en el peor.
Costo por transacción: Fracciones de centavo (Ripple) vs. típicamente $20-$50 dólares en SWIFT. Los pagos vía blockchain reducen drásticamente las comisiones bancarias y eliminan intermediarios que cobran por cada tramo.
Necesidad de pre-fondos: RippleNet (ODL) no requiere prefinanciar cuentas en destino gracias a XRP; SWIFT sí requiere cuentas nostro/vostro con liquidez o usar corresponsales, inmovilizando capital.
Trazabilidad y transparencia: En RippleNet, cada paso queda registrado en el libro mayor distribuido, accesible en tiempo real; en SWIFT, si bien GPI introdujo tracking, aún existen opacidades y ~6% de pagos pueden fallar o requerir intervención manual.
Activos soportados: RippleNet puede mover tanto monedas fiat como activos digitales/tokenizados (gracias a XRP como puente). SWIFT se limita a fiat y requiere acuerdos entre bancos para cada nueva ruta de moneda.
Cumplimiento de estándares: RippleNet es nativamente ISO 20022; SWIFT está en proceso de migrar a ISO 20022 (convivencia MT/MX hasta 2025).
En síntesis, RippleNet integra mensajería y movimiento de dinero, mientras SWIFT los tiene separados. No es de extrañar que analistas vean a XRP como “un SWIFT moderno sobre blockchain”, escalable y de bajo costo, capaz de tomar parte del enorme volumen que maneja SWIFT.
CBDCS INTEROPERABLES BAJO UN ESTÁNDAR COMÚN (ISO 20022)
Un punto clave para que las CBDCs logren interoperar es que hablen un lenguaje común de datos. Aquí entra ISO 20022, que se ha convertido en el estándar global para mensajes de pago. De hecho, cualquier CBDC que busque integrarse a redes como el mBridge (plataforma multi-CBDC de BIS para Asia) o el futuro Unified Ledger del BIS, deberá adoptar ISO 20022 para describir la información de las transacciones (quién paga, quién recibe, cuánto, concepto, etc.). ISO 20022 actúa como una “gramática” unificada para que sistemas distintos se entiendan. Sin embargo, es vital aclarar que ISO 20022 estandariza los mensajes, pero no realiza la liquidación en sí. Es decir, facilita la comunicación (“qué debe hacerse”) pero no provee cómo mover el dinero. Para lograr un pago completo, esos mensajes ISO deben integrarse con una infraestructura de liquidación efectiva. En sistemas tradicionales, el mensaje viaja por SWIFT y la liquidación ocurre después a través de los bancos centrales y corresponsales. En un enfoque moderno, podríamos tener mensajes ISO 20022 circulando entre CBDCs, pero la transferencia del valor sucediendo sobre redes como XRP Ledger. De hecho, la propuesta de Ripple ODL es exactamente esa: combinar mensajes estándar con ejecución inmediata vía XRP como token puente. De este modo, las CBDCs se comunican en ISO 20022 y se liquidan en RippleNet/XRPL. La consecuencia práctica es enorme: se habilita una interoperabilidad real, donde distintas monedas digitales nacionales pueden moverse entre sí con la misma facilidad con que hoy enviamos un email. El BIS mismo, en su visión de un “unified ledger”, prevé una plataforma donde dinero de banco central, depósitos tokenizados de bancos comerciales y otros activos financieros coexistan tokenizados en un mismo entorno, permitiendo pago y entrega simultánea instantánea. En ese escenario, ISO 20022 sería el lenguaje común, y la tokenización (activos sobre ledger) permitiría la liquidación atómica. RippleNet ya opera bajo esos principios: usa ISO 20022 para los datos y tokens XRP para el valor, integrados en un solo flujo. En cierto modo, RippleNet puede verse como una implementación temprana de lo que el BIS describe teóricamente.
DILEMAS QUE SE PLANETAN ELLOS AL USAR UN PUENTE NO CONTROLADO AL 100% POR ELLOS
Si bien soluciones como XRP resuelven de forma contundente los problemas técnicos de interoperabilidad y liquidación instantánea entre monedas digitales, su adopción plantea un dilema estructural para los bancos centrales. Utilizar un activo puente independiente —es decir, fuera del dominio exclusivo estatal— implica aceptar una forma de liquidez que no puede ser controlada directamente por el emisor de la moneda nacional, y que además opera de forma transparente en una cadena de bloques pública.
En este escenario, la soberanía monetaria no se refiere solo al derecho de emitir dinero, sino más profundamente a la capacidad de ejercer control total sobre el flujo, la infraestructura y la programación del valor económico. Los bancos centrales no solo protegen un símbolo (la moneda), sino el circuito por donde ese símbolo se mueve. Por eso, integrar XRP —aunque sea como mero “aceite lubricante” entre CBDCs— puede percibirse como una cesión operativa de control, incluso si los beneficios técnicos son indiscutibles.
La paradoja es clara: XRP resuelve problemas que los bancos centrales no pueden resolver solos —como la liquidación en tiempo real y la interoperabilidad global—, pero su adopción entra en conflicto con el deseo de mantener un control integral del sistema financiero, especialmente en un entorno donde la trazabilidad, la política monetaria y el poder soberano se consideran indivisibles.
De esta tensión surgen dos ejes de dilema:
Por un lado, los bancos centrales valoran su soberanía entendida como el control exclusivo sobre la emisión y circulación del dinero. Por otro, redes como RippleNet —con XRP como activo puente neutral— ofrecen una infraestructura más rápida, eficiente y trazable que muchas redes bancarias tradicionales.
Mientras que el discurso oficial sobre criptoactivos suele girar en torno al riesgo, la especulación o la falta de confianza, la realidad práctica es que muchas instituciones financieras reconocen el valor táctico de estos instrumentos para reducir costos y aumentar su agilidad transfronteriza. Así, la narrativa de control choca con una presión funcional creciente, que obliga a replantear los fundamentos operativos del sistema monetario.
En la práctica, vemos respuestas diversas. Algunos bancos centrales y comerciales están integrando la tecnología de Ripple discretamente, usándola como riel de liquidación “tras bambalinas” sin hacer mucho ruido al respecto. Por ejemplo, Bank of America ha explorado la red de RippleNet en pruebas internas, y otras instituciones utilizan ODL indirectamente a través de fintechs. Por otro lado, algunas autoridades buscan rieles alternativos propios: el Banco de Francia, por ejemplo, ha experimentado con la red Onyx de JPMorgan (que usa tokens JPM Coin en una red permissionada) para pagos mayoristas internacionales. Incluso consorcios de bancos proponen sus redes privadas (como la Regulated Liability Network auspiciada por Citi y la Fed de Nueva York), buscando crear infraestructuras de liquidación “controladas” dentro de marcos institucionales.
En este contexto, JPMorgan ha dado un paso estratégico al asociarse con Ondo Finance y Chainlink para llevar a cabo una transacción experimental que demuestra la viabilidad de liquidar activos del mundo real entre redes blockchain públicas y privadas. Esta operación pionera se realizó utilizando la red de pruebas de Ondo Chain junto con la plataforma Kinexys Digital Payments de JPMorgan, evidenciando una apertura progresiva hacia modelos híbridos. Chainlink, por su parte, proporcionó la infraestructura necesaria para habilitar la interoperabilidad entre cadenas, lo que refuerza la hipótesis de que la arquitectura monetaria del futuro no será ni puramente estatal ni puramente descentralizada, sino una amalgama funcional de ambos mundos.
Estas iniciativas reflejan que, si bien no se descarta la ayuda de actores privados, muchos bancos centrales preferirían si es posible “domesticar” la solución bajo su órbita. Ahora bien, es revelador que los rieles privados no están siendo descartados, sino absorbidos funcionalmente al sistema. En lugar de una postura de “o público o privado”, el nuevo orden financiero parece moverse hacia lo que funciona vs. lo ineficiente. Si un esquema descentralizado funciona, el enfoque será incorporarlo bajo marcos regulatorios en vez de prohibirlo. En otras palabras, no se busca eliminar la descentralización, sino domesticarla. El ejemplo de Ripple lo ilustra: su tecnología es útil no porque subvierta el sistema, sino porque hace que el sistema funcione mejor, así que los bancos la aprovechan manteniendo la supervisión normativa.
Esta filosofía coincide con la visión del BIS para el futuro. En su propuesta de “Unifying the money”, el BIS imagina un ecosistema híbrido donde CBDCs públicas conviven con activos tokenizados privados (stablecoins, depósitos tokenizados, quizás incluso criptos) en plataformas compartidas con reglas claras, trazabilidad y cumplimiento integrado. Un ejemplo es el concepto de Unified Ledger ya mencionado, o proyectos multi-CBDC como mBridge en Asia. En ese marco, un activo como XRP, que se sitúa “a caballo” entre el mundo público y el privado, puede volverse un elemento ideal para la interoperabilidad legal: brinda la eficiencia técnica de lo cripto, pero puede operar dentro de esquemas regulatorios (con participantes autorizados, etc.). De hecho, Ripple ha trabajado con el BIS Innovation Hub en experimentos (ej. su participación en el CBDC de Hong Kong) y colabora estrechamente con entes reguladores, lo que sugiere que ha encontrado cierta aceptación institucional.
el rol de ripple entre las cbdcs y el mercado de liquidez
En esta arquitectura emergente, Ripple actúa como capa de traducción, riel de transporte y mecanismo de liquidación, todo en uno. Es importante enfatizar que RippleNet no reemplaza a las CBDCs ni le quita a cada banco central el control sobre su moneda. Por el contrario, les aporta las siguientes capacidades que hoy no tienen por sí solos:
Interconexión directa entre CBDCs: Permite que dos CBDCs de países distintos se liquiden mutuamente sin pasar por bancos corresponsales ni sistemas lentos. Por ejemplo, si mañana el euro digital y el yuan digital quisieran intercambiar valor, con Ripple podrían hacerlo en segundos usando XRP como puente, en vez de depender del dólar o de acuerdos bilaterales engorrosos. De hecho, evitar depender del dólar como intermediario es un atractivo estratégico para muchas naciones, y XRP ofrece una vía para ello al ser neutral.
Liquidez bajo demanda (On-Demand Liquidity): Provee liquidez instantánea sin necesidad de reservas previas en la moneda destino. Esto es revolucionario: en lugar de mantener cuentas con fondos o líneas de crédito en cada país (costoso e ineficiente), los bancos pueden convertir cuando lo necesiten a través de XRP, reduciendo dramáticamente los requisitos de capital inmovilizado. Un informe reciente destaca que el modelo ODL liberaría parte de los ~$500 mil millones atrapados globalmente en cuentas nostro, optimizando la liquidez del sistema.
Cumplimiento automatizado programable: RippleNet fue construido con la idea de contratos inteligentes simples (escrow, multi-firma, etc.) en XRPL. Esto permite que se integren reglas de cumplimiento directamente en las transacciones – por ejemplo, liberación de fondos sujeta a cierto dato KYC, o detención automática si no se provee cierta información. Además, al usar ISO 20022, cada pago lleva datos ricos que facilitan la verificación y trazabilidad para reguladores. Si bien el cumplimiento regulatorio final depende de los participantes (ej. los “anchors” o bancos conectados deben hacer KYC/AML), la infraestructura Ripple facilita incorporar estas verificaciones en el flujo de pago mismo (lo que el BIS llama “compliance-by-design” en proyectos como Project Mandala).
Puente entre redes soberanas y redes descentralizadas: Ripple se ha posicionado como conector entre el mundo de las finanzas centralizadas (bancos, bancos centrales) y el mundo blockchain. Su arquitectura híbrida permite, por ejemplo, que una CBDC emitida en una red privada del banco central se conecte a otra emitida en otra tecnología, usando XRP Ledger como red intermedia neutral. Actúa como traductor de protocolo si es necesario. Gracias a estándares abiertos y APIs, puede vincular distintos DLTs o incluso DLT con sistemas tradicionales. Esto reduce “fricciones regulatorias” en el sentido de que cada jurisdicción sigue operando su sistema según sus normas, pero el puente neutral se encarga de la interoperabilidad sin imponer reglas extranjeras a nadie.
En términos prácticos, algunos han llamado a soluciones así “el TCP/IP del dinero”: del mismo modo que internet interconecta redes distintas para que cualquier computadora se comunique, RippleNet/XRP podría permitir que cualquier moneda se mueva eficientemente siempre que esté conectada al puente y se cumplan las condiciones acordadas de participación. No importa si es un dólar digital, un euro digital, un peso tokenizado o una stablecoin privada – todas podrían intercambiarse a través del puente común.
Este escenario redefine también el concepto de soberanía monetaria. Tradicionalmente, la soberanía se asocia a la emisión y control de la moneda nacional. En la nueva arquitectura, cada banco central seguiría emitiendo su CBDC y controlando su oferta. Pero el “movimiento” del dinero adquiere una dimensión transnacional: el poder ya no está solo en crear dinero, sino en dictar cómo, dónde y bajo qué reglas ese dinero puede fluir. La infraestructura (los rieles de pago programables) pasa a ser un activo estratégico. Así, la soberanía monetaria se redefine – ya no es solo monopolio de emisión, sino capacidad de integración en redes globales sin perder autoridad. Los bancos centrales que integren un puente común podrán facilitar comercio e inversión internacional más fácilmente que aquellos aislados. Ripple, en este contexto, no pretende ser un “poder monetario alternativo” que compita con los bancos centrales, sino un operador estructural que provee la tubería necesaria para conectar las soberanías. Su influencia no radica en sustituir monedas, sino en moldear cómo interaccionan en tiempo real.
Hacia un “Unified Ledger”: convergencia de lo público y lo privado
El futuro sistema financiero global se perfila como una convergencia de CBDCs estatales, monedas privadas y activos tokenizados en entornos interoperables. El BIS lo resume en la idea de un “ledger unificado” donde distintos tipos de dinero coexisten y las transacciones son instantáneas mediante contratos inteligentes. Para llegar allí, los expertos identifican ciertos componentes indispensables:
Un activo puente neutral, rápido y confiable para la conversión de valor entre monedas digitales.
Compatibilidad plena con ISO 20022 u otros estándares comunes de datos, para que todos los participantes “hablen el mismo lenguaje”.
Mercados profundos de liquidez interoperable, es decir, monedas puente líquidas que cualquier participante pueda utilizar (p. ej. XRP, pero potencialmente también stablecoins reguladas, etc.).
“Rieles” de pago programables, capaces de ejecutar reglas y condiciones automáticamente (smart contracts para pagos condicionales, DvP/PvP, etc.).
Conectores entre diferentes plataformas de registro (DLTs y sistemas tradicionales), probablemente mediante APIs estandarizadas o protocolos como Interledger, que permitan que múltiples redes se interconecten sin fisuras.
Todas estas características describen, en gran medida, el rol que RippleNet y XRP Ledger ya desempeñan de forma nativa. No es de extrañar entonces que Ripple Labs se haya posicionado estratégicamente: es miembro de organizaciones clave (Digital Euro Association, Digital Pound Foundation, etc.), colabora con el Digital Dollar Project de EE.UU., y ha establecido alianzas con bancos centrales de diversos continentes. En Asia-Pacífico, por ejemplo, ha trabajado con Bután, Palau, Montenegro, Hong Kong; en Medio Oriente, con Arabia Saudita y bancos de esa región; en América, con proyectos como el de Colombia y asociaciones con compañías como Bitso para remesas. Este despliegue sugiere que, cuando los bancos centrales se sienten listos para interconectar sus CBDCs, Ripple estará bien ubicado para ser el puente de facto entre muchas de ellas.
Para imaginar cómo luciría todo esto funcionando, consideremos un ejemplo hipotético cercano: Supongamos en 2025 China lanza ampliamente el e-CNY (yuan digital) y la eurozona lanza el euro digital, mientras Brasil pone en producción su real digital (DREX). ¿Cómo podrían interactuar? Hoy, no existe una vía directa sencilla: habría que usar mercados FX tradicionales (con múltiples intermediarios) o acuerdos bilaterales limitados. En cambio, a través de una red como RippleNet, el e-CNY, el euro digital y el DREX podrían conectarse todos a la misma red puente. Un banco chino podría enviar e-CNY y recibir instantáneamente euros tokenizados del otro lado, o reais brasileños, todo convertido vía XRP en segundos, con costos marginales y trazabilidad completa. Esto elimina capas intermedias (no se necesitaría pasar por dólares ni bancos corresponsales en Nueva York, por ejemplo) y garantiza liquidación PvP (pago contra pago) en tiempo real – algo que los sistemas actuales no logran. De hecho, esta es la clase de eficiencia que busca replicar el proyecto mBridge del BIS en Asia (que conecta directamente varios bancos centrales), solo que en lugar de una plataforma cerrada de bancos centrales, Ripple ofrece una red abierta donde cualquier país podría unirse bajo estándares comunes.
Los bancos centrales mantendrán el control de la creación de dinero y las políticas internas, pero compartirán una “autopista” común para mover valor internacionalmente de manera instantánea y eficiente. Aquellos países y entidades que adopten estas autopistas financieras ganarán en integración y competitividad; quienes no lo hagan, arriesgan quedarse rezagados en un mundo cada vez más interconectado. Como suele decirse en foros de política monetaria, “el dinero del futuro será tan fuerte como lo sean los puentes que lo unan”. Y todo indica que es inevitable la construcción de ese puente global de liquidez, con Ripple/XRP posicionado como un candidato sólido para sostenerlo.
desde worldcoin hasta dna protocol: la guerra biometrica
DNA Protocol & ripple net
Genomic Sovereignty. Blockchain-Verified.
Privacy-First.
“Your DNA is now a decentralized asset on XRPL.”
En paralelo al despliegue global de CBDCs, activos tokenizados y puentes de liquidez, se está desplegando —con menos estridencia pero igual profundidad— una segunda capa crítica del nuevo orden financiero: la arquitectura de la identidad biométrica.
Estados de todo el mundo —India (Aadhaar), China, Emiratos Árabes Unidos, Reino Unido, Australia, Nigeria— ya han integrado datos biométricos (iris, rostro, huellas, ADN) como requisitos para acceder a servicios estatales, financieros, sanitarios y migratorios. En muchos casos, los pasaportes electrónicos, los trámites fiscales y las fronteras automatizadas ya no dependen del nombre o el número de documento, sino del cuerpo mismo como firma.
Estos sistemas de identificación masiva, diseñados bajo el discurso de “seguridad”, “eficiencia” y “inclusión digital”, normalizan un nuevo estándar de existencia legal: ya no basta con ser ciudadano de un Estado, ahora hay que estar anclado biométricamente en una base interoperable. Y esa base —gradualmente— se está integrando con la arquitectura financiera global.
La evolución hacia este modelo no es casual ni espontánea. Es la consecuencia lógica de un mundo donde el dinero se convierte en software programable y el acceso al sistema financiero exige confianza automática. En un ecosistema donde CBDCs, stablecoins y activos tokenizados se mueven entre jurisdicciones y contratos inteligentes ejecutan transacciones sin intervención humana, la identidad verificable se vuelve requisito ontológico: no solo para mover dinero, sino para que ese dinero pueda moverse.
Ya no es solo “quién tiene acceso a los fondos”, sino “quién tiene permiso para existir dentro del sistema financiero”.
Uno de los proyectos más mediáticos en este espacio es Worldcoin, rebautizado simplemente como “World”, liderado por Sam Altman (OpenAI). Su modelo se basa en escaneos oculares con hardware propietario (“Orbs”) y una base de datos centralizada que busca asignar a cada humano una “prueba de unicidad” (proof of personhood). Aunque se vende como herramienta para inclusión global, Worldcoin depende de una infraestructura altamente centralizada, sujeta a errores, vigilancia y, potencialmente, coerción.
En el extremo opuesto del espectro, DNA Protocol propone un paradigma completamente distinto: una identidad genética autosoberana, anclada al XRP Ledger (XRPL). En lugar de escaneos oculares o dispositivos, este sistema convierte el genoma humano en una clave criptográfica inmutable, privada y verificable. No se transmite ADN en bruto ni se comparte información biológica directa: se genera un hash encriptado del genoma, que es registrado de forma inmutable en la GenomeChain, una infraestructura construida sobre Ripple.
Para garantizar la compatibilidad regulatoria, DNA Protocol ha comenzado a integrar estándares internacionales de Bio-KYC (Know Your Customer biológico). Estas implementaciones cumplen con marcos como GDPR (Unión Europea), HIPAA (Estados Unidos) y APPI (Japón), asegurando interoperabilidad legal y protección contra exposición no autorizada del ADN.
El funcionamiento se basa en la creación de una huella genómica criptográfica única. El genoma del usuario se codifica y se almacena en GenomeChain, una infraestructura distribuida construida sobre Ripple. Luego, mediante técnicas de zero-knowledge proofs (ZKPs), se valida su unicidad sin revelar datos genéticos brutos. Además, smart contracts transjurisdiccionales aseguran que el acceso, el consentimiento y el uso cumplan con las regulaciones de cada jurisdicción.
Esta infraestructura habilita:
Onboarding médico global sin fronteras.
Puentes de identidad entre XRPL y blockchains compatibles con EVM, gracias a la XRPL EVM Sidechain, que permite contratos inteligentes en el ecosistema XRP.
Integración con biobancos y sistemas nacionales de salud.
Fundamento para medicina personalizada, finanzas genómicas y regulación en healthtech.
DNA Protocol redefine la identidad digital y la propiedad genética, anclando los datos genómicos personales directamente al XRP Ledger. A diferencia de sistemas anteriores, no depende de escaneos invasivos ni dispositivos. En su lugar, convierte el genoma en una clave soberana, cifrada, inmutable y verificable, sin comprometer la privacidad del usuario.
“Tú no accedes al sistema. El sistema te reconoce. Porque tu genoma es la llave.”
Arquitectura del sistema
Codificación genómica → Hash encriptado del genoma
Almacenamiento en GenomeChain → Infraestructura Ripple
Verificación con ZK-BioProofs → Sin revelar datos sensibles
Smart Contracts → Consentimiento y cumplimiento por jurisdicción
IntraSig, Synthetix y ChronoMail → Sincronización de recuperación, puntos de control de Merkle, y multifirma
Enrutamiento determinista → Preciso, no caótico, invulnerable
Impulsado por XRPL
Libro de contabilidad probado en batalla
Red global, interoperable y con liquidez bajo demanda
Escalabilidad real y privacidad como principio
“Your DNA is no longer just biological.
It’s cryptographic, sovereign, and future-ready.”
DNA Protocol – Los 6 Componentes Clave
Genome Sequencing
Users begin with raw DNA sequencing through authorized GenomeChain labs or partner clinics. This data is converted into structured genomic files (FASTQ, BAM, or VCF formats).
Cryptographic Hashing
The genomic data is not stored directly. Instead, it undergoes SHA-256 hashing to create a unique fingerprint — securing privacy while enabling traceability.
DNA Identity Anchor
A unique DNA ID Anchor is minted for every participant. It maps to the hashed genome data and becomes a permanent marker on the XRPL — linked to their wallet address.
On-Chain Data Registration
Using a custom XRPL transaction type (DNARegister), the hashed data is immutably recorded with metadata (timestamp, location, lab origin, and anonymized consent ID).
Consent Layer Activation
Participants sign smart-consent contracts using their wallet. This consent layer determines who can access the data, for what purpose, and for how long — fully on-chain.
Immutable Audit Trail
Every access request, modification, or use of genomic data generates a verifiable audit log on XRPL — viewable by the data owner in real-time.
La tokenización de valor, el puente de liquidez programable, y la interoperabilidad de redes financieras no pueden sostenerse sin una capa equivalente de identidad digital. Y esa identidad será cada vez más biométrica, verificable, soberana o controlada, dependiendo del modelo adoptado.
La guerra biométrica —desde Worldcoin hasta DNA Protocol— no es un capítulo lateral, sino el fundamento del cuerpo identitario que sostiene la nueva arquitectura financiera digital. El acceso al dinero ya no depende de tu cuenta bancaria, sino de tu ADN, tu rostro o tu clave criptográfica biométrica.
"Cuando el cuerpo se convierte en código y el genoma en pasaporte, la soberanía deja de ser una frontera política y se convierte en una firma viva inscrita en la red del mundo."
Otros Actores Relevantes en la Interoperabilidad Digital
Más allá de los bloques monetarios principales, existen otras redes e iniciativas que desempeñan roles especializados en el nuevo ecosistema financiero digital. XDC / XinFin Network, por ejemplo, se ha posicionado como una blockchain híbrida orientada a la tokenización de contratos comerciales y la optimización de la logística global en el comercio. Su red combina características públicas y privadas para satisfacer las necesidades de instituciones de comercio internacional, siendo compatible con entidades gubernamentales, autoridades portuarias y empresas importadoras-exportadoras. A través de plataformas como TradeFinex, XinFin permite crear puentes entre la banca tradicional (bancos regionales) y los smart contracts en contextos logísticos, agilizando procesos como las cartas de crédito o los conocimientos de embarque electrónicos. De hecho, TradeFinex —construida sobre XDC— trabaja en conjunto con gobiernos, cadenas de suministro y autoridades portuarias para incrementar la transparencia y seguridad en las transacciones globales, e iniciativas como la TFD Initiative han elogiado el potencial de XinFin para tokenizar y distribuir activos de financiamiento comercial a nuevos inversionistas. En resumen, XDC funge como infraestructura multipolar empresarial, conectando sistemas legados del comercio con la tecnología de cadena de bloques para reducir fricciones en el comercio internacional.
XLM / Stellar, por su parte, destaca como una red descentralizada-inclusiva enfocada en remesas y en la inclusión financiera global. Su historia se entrelaza directamente con Ripple: fue fundada por Jed McCaleb, uno de los cofundadores de Ripple, quien tras discrepancias internas abandonó la compañía junto con otros desarrolladores. Estos ex empleados deseaban mantener el control sobre la evolución del token y del protocolo, pero sin seguir la dirección centralizada y el enfoque corporativo que Ripple estaba adoptando. Así nació Stellar: no como un simple fork tecnológico, sino como una bifurcación filosófica basada en la convicción de que las criptomonedas debían servir a los marginados del sistema financiero, no a los grandes bancos. Desde entonces, Stellar ha sido diseñada para actuar como un puente directo entre monedas digitales y poblaciones sin acceso bancario, permitiendo transferencias transfronterizas rápidas, seguras y de muy bajo costo. La Stellar Development Foundation (SDF) ha liderado colaboraciones con fintechs, ONG y gobiernos locales para desarrollar una serie de soluciones prácticas sobre su blockchain: monederos digitales, aplicaciones de pagos móviles, mecanismos de microahorro y sistemas de distribución de ayuda humanitaria. Este enfoque social y tecnológicamente inclusivo ha llevado a Stellar a convertirse en una herramienta clave en proyectos de alivio internacional. Un ejemplo paradigmático fue su uso reciente por parte de Naciones Unidas para distribuir asistencia monetaria directa a refugiados en Ucrania mediante stablecoins, garantizando liquidez inmediata y trazabilidad segura en entornos de crisis. Gracias a estas alianzas, Stellar se ha consolidado como la plataforma preferida para remesas, pagos humanitarios y cooperación internacional, integrando ONGs, bancos centrales de países en desarrollo y actores públicos en un ecosistema donde los pagos se completan en segundos con comisiones insignificantes. En esencia, Stellar representa un puente real entre las finanzas descentralizadas y las economías locales: una red que no solo transmite valor, sino que lo democratiza.
Otro actor transversal es QNT / Quant Network, cuyo aporte principal es Overledger, un protocolo de interoperabilidad universal. Quant se concibe como un middleware que conecta distintas blockchains, redes bancarias y sistemas heredados, resultando esencial para una infraestructura financiera unificada donde convivan redes tan diversas como XRP Ledger, Ethereum, cadenas privadas de bancos (por ejemplo, Hyperledger Fabric) y monedas digitales de banco central. Overledger no es una cadena en sí misma, sino una capa de abstracción que permite que aplicaciones y contratos inteligentes operen a través de múltiples ledgers. Por medio de una API estandarizada, Overledger facilita que las aplicaciones empresariales conecten sus sistemas tradicionales con tecnologías DLT, compartiendo datos y operando smart contracts en varias plataformas a la vez. De esta forma, Quant habilita la comunicación entre redes dispares y aporta capacidades de programación de dinero en entornos previamente incompatibles. Sus especificaciones contemplan la interoperabilidad con grandes redes públicas (Bitcoin, Ethereum, Ripple) así como con consorcios privados (R3 Corda, Quorum de ConsenSys, Hyperledger), integrando incluso servicios bancarios tradicionales (p.ej., estándares ISO 20022 o sistemas SWIFT). Esta versatilidad convierte a Quant en un “pegamento” tecnológico que muchas instituciones financieras están explorando para orquestar transacciones entre CBDCs, stablecoins y blockchains públicas de forma fluida. En suma, QNT encarna el bloque transversal de interoperabilidad, cimentando la futura arquitectura donde diferentes redes coexisten y se comunican sin fricciones.
En el ámbito corporativo-empresarial, HBAR / Hedera Hashgraph sobresale como una red de libro mayor distribuido altamente eficiente y gobernada por un consejo de grandes corporaciones multinacionales. Empresas de la talla de Google, IBM, Boeing o LG, entre otras, integran el consejo de gobierno de Hedera, aportando experiencia y estabilidad al desarrollo de la red. Hedera utiliza un algoritmo de consenso innovador (hashgraph, basado en aBFT) que le permite alcanzar velocidades y seguridades excepcionales sin sacrificar descentralización. La red está diseñada para casos de uso empresariales donde se requieran transacciones rápidas, costos predecibles y confianza robusta entre partes. Por ello, HBAR se emplea en tokenización institucional (por ejemplo, emisión de activos y stablecoins con cumplimiento normativo), trazabilidad de datos (seguimiento de cadenas de suministro, registro de eventos inmutables), notarización digital (verificación de documentos y certificados oficiales) y gestión de registros públicos. Un ejemplo es la implementación de Hedera para asegurar y validar registros gubernamentales en proyectos piloto, como el presentado ante la Secretaría de Estado de Texas para apostillas electrónicas de documentos públicos. La arquitectura de Hedera garantiza un log inmutable y sellado en el tiempo de cada transacción, ideal para auditorías descentralizadas y procesos legales que requieran comprobantes digitales fehacientes. Asimismo, su Hedera Consensus Service permite llevar un registro confiable de eventos con marca temporal criptográfica, ofreciendo una capa de confianza para aplicaciones privadas o off-chain. Gracias a esta combinación de gobernanza corporativa y rendimiento técnico, Hedera es considerada una de las redes públicas más estables y seguras, apropiada para usos críticos en entornos empresariales regulados. De hecho, su modelo de gobierno y auditorías de código ha sido señalado como ejemplar en cuanto a cumplimiento y resiliencia, brindando la certeza jurídica necesaria para instituciones que deseen aprovechar registros distribuidos sin renunciar a garantías de estabilidad y conformidad normativa.
En la esfera institucional y gubernamental, ALGO / Algorand ha ganado tracción como blockchain eficiente y respaldada académicamente (fue creada por el profesor del MIT Silvio Micali, ganador del Premio Turing). Algorand ha sido adoptada en diversos proyectos oficiales, desde pilotos de monedas digitales de banco central (CBDCs) hasta plataformas nacionales de identidad digital e incluso iniciativas de voto electrónico. Un caso emblemático es el de la República de las Islas Marshall, que seleccionó la tecnología de Algorand para emitir la primera moneda digital soberana del mundo, buscando con ello integrar su economía al sistema financiero global sin depender totalmente del efectivo físico. La red Algorand ofrece transacciones rápidas, de costo insignificante y con un mecanismo de consenso pure proof-of-stake altamente eficiente energéticamente. Esto ha llamado la atención de bancos centrales y gobiernos que exploran infraestructuras financieras sostenibles: Algorand ha colaborado en investigaciones sobre CBDCs (por ejemplo, con el Banco de Italia y el MIT Media Lab), demostrando cómo una CBDC podría implementarse de manera simple y escalable sobre su protocolo. Asimismo, Algorand ha sido utilizada para crear soluciones de identidad auto-soberana y registros distribuidos para servicios públicos, gracias a su seguridad criptográfica y diseño abierto. Su comunidad resalta el potencial de la red para aplicaciones cívicas, destacando su combinación de eficiencia energética (es considerada una de las cadenas más “verdes”) y rigor científico en su desarrollo. Con estos atributos, Algorand se ha convertido en una plataforma atractiva para proyectos gubernamentales que requieren confianza, rendimiento y cumplimiento. Vale mencionar que su ecosistema ha dado cabida a alianzas con instituciones académicas y ONGs, y su protocolo ha demostrado ser capaz de soportar tanto smart contracts complejos como la emisión de activos regulados con controles integrados. En definitiva, Algorand encarna un bloque institucional en el que convergen la innovación académica y las necesidades de gobiernos contemporáneos en materia de moneda digital y servicios electrónicos.
IOTA, por su parte, se posiciona en una categoría única gracias a su estructura sin bloques (blockless) basada en un sistema de grafos acíclicos dirigidos (DAG), conocido como el Tangle. A diferencia de las blockchains tradicionales, IOTA no requiere mineros ni comisiones, lo que la hace especialmente adecuada para entornos de Internet de las Cosas (IoT) y microtransacciones máquina-a-máquina. Su diseño técnico apunta a un ecosistema donde sensores, vehículos autónomos, dispositivos inteligentes y ciudades conectadas puedan intercambiar valor y datos de forma autónoma y descentralizada. En la práctica, IOTA ha establecido colaboraciones con actores industriales (como Bosch, Jaguar Land Rover o Fujitsu) y con organismos públicos (como la Comisión Europea y gobiernos locales) para desarrollar soluciones en industria 4.0, movilidad urbana, trazabilidad de cadenas de suministro, y gestión energética distribuida. Además, IOTA ha lanzado el IOTA Identity Framework, que explora sistemas de identidad digital autosoberana sobre su red. Con la transición hacia IOTA 2.0 (sin coordinador), la red apunta a una descentralización plena con alta escalabilidad, convirtiéndose en una infraestructura clave para un mundo cada vez más interconectado donde los dispositivos son participantes activos en la economía digital.
Cardano (ADA) se destaca como una de las blockchains más rigurosamente diseñadas desde una perspectiva académica y científica. Fundada por Charles Hoskinson (cofundador de Ethereum), Cardano se ha construido en fases, cada una sustentada en revisiones por pares y pruebas formales. Su lenguaje de contratos inteligentes, Plutus, basado en Haskell, enfatiza la seguridad y verificabilidad matemática, lo que lo hace apto para aplicaciones críticas en finanzas, gobernanza y servicios públicos. Cardano ha mostrado fuerte orientación hacia el mundo en desarrollo, estableciendo alianzas con gobiernos de África (como Etiopía) para implementar identidades digitales estudiantiles, registros académicos y eventualmente infraestructura financiera. Además, la Fundación Cardano, EMURGO y IOHK han promovido iniciativas de adopción en sectores como el agrícola, educativo y electoral. En términos de diseño, Cardano emplea un mecanismo de consenso proof-of-stake eficiente llamado Ouroboros, reconocido por su bajo consumo energético. A medida que su ecosistema DeFi madura y se integran más aplicaciones descentralizadas (dApps), Cardano se perfila como un actor institucional-académico que busca construir soluciones financieras descentralizadas con estándares de calidad para gobiernos, empresas y ciudadanos por igual.
Mención especial merece Chainlink (LINK), reconocido ampliamente como el oráculo descentralizado de datos líder en el ecosistema cripto. En el contexto de la convergencia financiera, Chainlink actúa como el conector esencial entre los contratos inteligentes en blockchain y la información del mundo real. Su red de nodos distribuida provee datos confiables sobre precios de activos, índices, eventos deportivos, condiciones climáticas, resultados electorales y mucho más, todo ello de manera segura, verificable y sin depender de una sola fuente. Por ejemplo, las Chainlink Data Feeds entregan a aplicaciones DeFi datos como cotizaciones de acciones o criptomonedas, tasas de cambio, tasas de interés, etc., con múltiples fuentes redundantes para asegurar la exactitud. Esto ha posibilitado la explosión de las finanzas descentralizadas: plataformas de préstamos, seguros, derivados y pagos automatizados utilizan oráculos de Chainlink para ejecutar cláusulas contractuales en función de condiciones externas (como liquidar una posición si el precio cae por debajo de cierto umbral, datos que provee Chainlink). La fortaleza de Chainlink radica en su descentralización y reputación: los operadores de nodos son incentivados con el token LINK a reportar datos correctos, y contratos inteligentes complejos determinan qué fuentes y nodos se consideran para cada consulta, mitigando el riesgo de manipulación. Actualmente, Chainlink no solo brinda precios de mercado, sino también conecta APIs de cualquier tipo con la blockchain, permitiendo verificar, por ejemplo, la temperatura de un sensor IoT o la respuesta de un web service. Esto abre la puerta a casos de uso más allá de DeFi, desde cadenas de suministro (certificando etapas con datos externos) hasta juegos en línea (integrando datos del mundo real) o procesos de identidad y certificación. En síntesis, Chainlink proporciona el puente de confianza imprescindible para que la blockchain interactúe con la realidad: garantiza que los contratos inteligentes puedan consumir información del mundo real (precios, eventos, verificaciones) de forma confiable, habilitando aplicaciones híbridas que combinan la inmutabilidad de la cadena con la riqueza de datos externos.
Finalmente, emergen proyectos como SHX y XCN que, aunque más pequeños en capitalización, proponen enfoques novedosos para la liquidez y la gobernanza en la era tokenizada. SHX es el token del ecosistema Stronghold, una plataforma de pagos y finanzas integradas. Se trata de una criptomoneda construida sobre Stellar que se distingue por ser de baja huella de carbono y orientada a servicios financieros descentralizados. SHX es utilizado como herramienta de liquidez y recompensa dentro de la red Stronghold: los comerciantes obtienen SHX a través de programas de lealtad basados en su volumen de transacciones (incentivando así la adopción de la red), y al mismo tiempo pueden aportar SHX a fondos de liquidez DeFi que financian préstamos para capital de trabajo (Merchant Financing), obteniendo rendimiento por ello. Además, SHX incorpora un modelo de gobernanza comunitaria: los tenedores del token tienen derecho a voto sobre nuevas funcionalidades de la plataforma y decisiones de protocolo, ponderado según la cantidad de SHX que posean. En otras palabras, Stronghold utiliza SHX no solo como moneda transaccional sino como mecanismo de participación, alineando los incentivos de usuarios y desarrolladores para hacer crecer su ecosistema. Por su lado, XCN (también conocido como Onyxcoin) es el token de utilidad y gobernanza del Onyx Protocol, derivado de la plataforma Chain. Su objetivo es facilitar una infraestructura DeFi interoperable: XCN permite a sus titulares participar en la toma de decisiones del protocolo (similar a una DAO, Decentralized Autonomous Organization), al tiempo que habilita funciones dentro de la red Onyx, como pagar comisiones o acceder a servicios avanzados. Onyx Protocol en sí se ha diseñado con un enfoque fuerte en interoperabilidad multi-cadena, buscando conectar diversas blockchains (Ethereum, Base, y otras) y permitir transferencias de activos entre ellas de forma transparente. En este sentido, XCN y su protocolo exploran estructuras avanzadas de interoperabilidad, en las cuales activos tokenizados en distintas cadenas pueden interactuar, y la gobernanza está en manos de la comunidad de tokenholders mediante votos descentralizados. Tanto SHX como XCN representan una nueva generación de actores que experimentan con modelos híbridos: proveen liquidez o servicios financieros novedosos (merchant DeFi, préstamos colaterizados multi-cadena, etc.) a la vez que ceden parte del control a sus comunidades de usuarios. Estas iniciativas emergentes indican cómo incluso nichos específicos del mercado (pagos integrados, o conectividad entre redes) pueden adoptar la filosofía cripto de tokenización e incentivos distribuidos, ampliando el abanico de posibilidades en el entramado financiero digital.
En conjunto, todas estas redes se insertan como actores cruciales en la convergencia de los tres bloques monetarios globales (tradicional, cripto y bancario digital). Cada una desempeña funciones específicas dentro del nuevo orden financiero: algunas proveen la infraestructura de pagos y liquidación instantánea, otras facilitan la inclusión económica y la identidad digital, otras aseguran la interoperabilidad universal entre sistemas dispares, y otras ofrecen las herramientas de confianza (oráculos, gobernanza) que mantienen cohesionado el ecosistema. La interoperabilidad entre estas redes es estratégica en un entorno que avanza hacia la fusión funcional entre CBDCs, stablecoins y activos tokenizados. A medida que las fronteras entre dinero soberano, monedas estables privadas y tokens digitales se difuminan, la colaboración de todos estos actores garantiza que el sistema resultante sea funcional, seguro e inclusivo. En definitiva, el nuevo orden monetario no estará dominado por una sola red, sino por la interacción sinérgica de múltiples plataformas especializadas, cuyo engranaje conjunto está construyendo una arquitectura financiera global más conectada, eficiente y resiliente. Los “tres bloques” convergen apoyados en estos pilares tecnológicos, marcando el inicio de una era donde el valor fluye libremente a través de fronteras y plataformas, del mundo físico al digital, bajo principios compartidos de confianza, transparencia y descentralización.